Don Tuno, El señor de los cuerpos astrales
En este libro, Eduardo nos narra las vivencias y métodos de los brujos peruanos.
Interesante para conocer e indagar sobre nuestras creencias más antiguas, y cómo están aún vigentes en nuestra sociedad.
No se trata de un mero listado de métodos para hacer brujería, Eduardo nos presenta toda una elaboración narrativa, pulcra, y de un excelente contenido estético, que es lo que interesa a un lector que aprecia la literatura, la narrativa.
Tenemos la buena oportunidad de conocer a través de sus páginas, creencias muy antiguas, arraigadas en el Perú y difundidas hasta la actualidad, en especial la de las Huaringas, al norte del Perú, con todo lo que han podido impregnar, contaminar, influenciar o bien en un sentido religioso cuando hablamos de sincretismo.
Muchas personas, de toda condición social, económica, cultural, muchos políticos, empresarios, entre otros acuden a estos brujos y brujas para llenar diferentes vacíos en sus vidas, o por curiosidad, para preveer, o ver el futuro, liberarse algún daño, hacer algún amarre de pareja, alguna venganza y muchas otras inquietudes que con frecuencia no se consiguen por los medios convencionales.
Lo cierto es que estos brujos tienen una historia, sin duda una influencia en las personas, en los pueblos. En unos más que otros, pero de todas formas se han adaptado en nuestras sociedades en forma ingeniosa, hasta ingresando en un mercado competitivo. Llámese tarot en los medios de comunicación, brujas que leen las cartas, o brujas blancas como se autoproclaman algunas de ellas, lectores de auras, de hojas de coca, de pallares, hasta las formas más tradicionales y desde luego también muchos otros charlatanes.
Personalmente me apasiona el mundo del misterio, las sombras, acertijos, y aquellas historias que conocíamos de niños por ejemplo sobre la llorona, según cuentan una mujer que perdió su bebé y que ahora alma en pena, roba a los niños. Entre otras miles de historias que se pierden en la inmensidad del tiempo, pero que nos deleitan, porque nos recuerda cuando niños jugábamos a visitar alguna casa que “embrujada”, las historias de medianoche, y otras que nos hacían delirar entre la risa nerviosa y el miedo.
Que placer muchas veces para adolescentes y adultos conversar sobre estas historias o vivencias que nos ocurren o pensamos que nos ocurren. Por ejemplo aquellas que llamamos dejavu, una sensación de haber estado o vivido ya aquella misma situación que acabamos de experimentar. O aquellas historias y sensaciones extrañas que experimentamos en la sierra, en algún lugar desolado, en alguna casa antigua, por ejemplo cuando decimos “es una casa pesada”.
Quien no ha jugado a las escondidas, aquel juego de esconderse, de no ser descubierto y luego salvar a los compañeros, con todo el suspenso que implica a veces correr para salvarse, para salvar la vida nada menos, con risas nerviosas, pero con gran alegría y placer.
Podría decir que en aquella magia del misterio y del terror la mayoría nos deleitamos, y por eso seguramente el género policial de las películas, los thriller psicológicos, de misterio y de horror y suspenso donde hay tal vez un crimen terrible, nos asusta, nos electriza pero es justamente eso lo que nos deleita, nos pone al límite entre el miedo, el horror, el placer y la diversión. Un placer tal vez oculto por estar al límite del horror, lo macabro, como una gran aventura?
Quien no goza de las historias de Alan Poe, el cine de Hitchcock, el conde Drácula, entre otras?
Freud por eso señaló dos grandes móviles en el ser humano. La pulsión de muerte y la pulsión del sexo. Eros y Tánatos.
Y es que de alguna manera respondemos o queremos responder a ese gran miedo existencial, a ese gran salto al vacío que alguna vez tendremos que dar y que se llama…,
La Muerte.