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Paris..., y el escritor


Alfredo Bryce, Mario Vargas Llosa, Julio Ramón Ribeyro, Blanca Valera, Fernando de Syslo, Jorge Eduardo Eielson, Javier Sologuren, Cesar Vallejo, Jose Carlos Mariátegui y muchos más apostaron por tener la gran experiencia Parisina.

Abraham Valdelomar, el famoso “Conde de Lemos”, si bien no fue a Paris, si no a Italia hizo el suyo propio y encarnó Paris con el gran coloso y recordado Palais Concert, que sigue intentando mantenerse vivo en el añejo y transitado Jirón de la Unión. Las historias que guardará…

No importaba no comer mucho o vivir mal, lo importante era viajar a Paris como en ritual sagrado y llegar ahí, donde estaban los Mounstros como Sartre, Simone de Bovair, Camus, Picasso, Faulkner, Malreaux, Marcuse, años antes Heminway, y toda esa galería de clásicos legendarios que abrieron el gran camino.

El mundo vivía por los sesentas una verdadera revolución cultural en otras latitudes, Andie Warhol hacía de las suyas con los envases, las latas y los productos publicitarios, los hippies, el pop art, los beatniks, el surrealismo, la psicodelia, las drogas, woostock, la meditación trascendental, y mucho más había por vivir.

Y en Francia, el Mayo del 68 marca un hito en el imaginario cultural del mundo, especialmente en los jóvenes rebeldes y ávidos de grandes y drásticos cambios, en todo orden. Desde familiares, culturales, políticos, sociales, económicos, etc.

Sentarse a escribir en un café parisino, en una silla Voltaire, con un expreso o una copa de vino, con un buen libro era y seguirá siendo un suceso tal vez inenarrable en la consciencia y alter ego de tantos escritores y artistas. Es tal vez como llegar al nirvana de las letras.

Más aún si es al lado de Simone de Bovair, Sartre, Camus, en viva tertulia sobre Madame Bovary de Flaubert, la superflua aristocracia Parisina que retrató magistral Honorato de Balzac y de la cual copió también la limeña, Los Tres Mosqueteros con Dumas, Los Poetas Malditos con Baudelaire, Crimen y Castigo con Dovtovieski, Los Miserables con Victor Hugo y otros legendarios que ya son parte de la Mitología literaria y de la impronta del deseo más profundo del escritor ávido de la gran aventura, de la gran historia, de esa pulsión del deseo casi carnal y orgásmica llamada Paris.

Hamlet, Romeo y Julieta del gran Shakespeare, continúan en misterioso y eterno ciclo dando vida a los personajes de estas monumentales obras. O el Quijote siempre renovándose día a día en busca de su amada y luchando siempre por el gran ideal de la noble hermandad de la caballería.

Es por ello que el oficio del escritor, es el mejor de los oficios, el más increíble, apasionante y fascinante. Sin dejar de observar que siempre habrá un gran riesgo. Aquel de las imágenes y los demonios que podrían abrirse paso en algún rincón inesperado de la mente del escritor, dando vida nuevamente a algún personaje inmortal, que se re inventa en todos los tiempos, lugares y circunstancias con finales inciertos, inesperados, tal vez misteriosos, dramáticos, escabrosos, pero siempre cargados de infinita pasión.

Francia, Paris más concretamente, la ciudad del amor, de la luz, de los grandes intelectuales devorando las teorías del cine, tan complejo, con personajes, lenguajes y puestas en escena ricas en contenido y significados.

Sin duda en Francia se debate con intensidad y la vida cultural, no se ejecuta sólo en los libros.

Los franceses, dramáticos y fatalistas. El idioma mismo cargado de estética romántica, rebelde, y émula siempre de imágenes de la ilustración, la toma de la bastilla y una Juana de Arco haciéndole frente al poder y a la muerte. Son imágenes que desde la cuna el francés lleva en su ADN, es algo así como la circuncisión para el Judío.

Aquellos artistas franceses que hicieron de su arte, su propia vida. Tanto así que el vagar por las calles, la aventura del romance, entre otros crean nuevas historias dignas de ser narradas en perfecta gesta romántica como una forma y postura existencial hacia la vida.

Nuestros héroes vivieron su Paris. Vargas Llosa en intensas veladas literarias y políticas al lado del gran Jean Paul Sartre. No en vano en clara admiración y devoción a su maestro Sartre, colocó en “Conversación en la Catedral” para Vargas Llosa, su novela más lograda, “El Sartrecillo Valiente”. Paris sin duda fue para Vargas Llosa una de las grandes vivencias de su vida. Llenas de aventura y aprendizaje. Haciendo de la literatura un compromiso político y hasta una forma de vida y de cambiar el mundo. Vargas Llosa venía como siempre apasionado, en aquellos tiempos sería por Cuba, el Ché, el idealismo y la revolución cultural y política de la izquierda, que representaba en aquellos tiempos la vanguardia de las ideas.

Julio Ramón Ribeyro también aprovechó el viaje soñado con grandes tertulias. Menos pretencioso y político que su par Vargas Llosa. Una literatura más llevada hacia lo personal, lo marginal, escribiendo en las buhardillas, viviendo su obra, como “La Tentación del Fracaso”, “Prosas Apátridas” y “La Palabra del Mudo” Caminando enfermo y debatiéndose existencialmente entre su camino de escritor, la inseguridad, la incertidumbre o regresar a la responsabilidad con su familia. Finalmente Ribeyro elegía el cigarrillo, el vino, las tertulias y escribir. El dramático camino del escritor. Uno más que hace de su vida, un drama de novela inmortal.

Y luego mi otro gran referente. Alfredito Bryce. Este si sobrepasó los límites. Tal vez era el clown del grupo. Mucho más intimista aún que Ribeyro. Alfredito por eso no encajó ni podía encajar en grupo literario alguno, ni político, ni en nada. Cero compromiso político, y aunque tuvo algún acercamiento con un grupo de izquierda fue más como experiencia, más por estar con su novia, más como bufón, como clown, una especie de Wody Allen en las letras.

Un escritor de humor tragicómico, dramático, patético, pero de gran ternura. Ese era su feeling. Pobre Bryce.

Tres grandes colosos de las letras.

Mención aparte. No podría colocarla junto a estos buenos salvajes, a Blanca Varela, por dama, por tan mujer. Amada y amante, de poesía carnal, viva o mejor visceral, cruda. Sin poses intelectuales. Una mujer de alma inmensa, hermosa. La muerte de su hijo Lorenzo en un accidente de avión la terminó por acabar. Demasiado mujer, demasiado madre, demasiado dama…

Terminadita de casarse, Blanca, con el pintor Fernando de Syslo se largaron a Paris, con la misma ropa, en el ”Reinan Pacifico”, un crucero de tercera clase. El viaje duró 28 días. Qué gran locura.

Qué no se hacía por viajar a Paris…!!!, decía sonriente Fernando de Syslo.

Blanca Varela, el toque femenino. Una mujer cargada de sensualidad, tan limeña, y que marcó distancia con la Iglesia Católica cuna del pensamiento limeño, por hechos que ocurren casi siempre, el desengaño y las sandeces que pudo escuchar de alguno de estos inoportunos curas.

El gran Conde de Lemos, Abraham Valdelomar, previo recorrido airoso por el elegante Jirón de la Unión, a Jironear se decía, llegaban de traje a ese ídolo hecho café bar, el afrancesado Palais Concert con acabados en fino mármol y elegantes decorados en pan de oro y en donde se respiraban selectos aromas de café, licor y chocolate.

Eran el centro, el Point de los escritores, artistas, políticos y de la crema y nata de la aristocracia limeña, en donde además se amanecían debatiendo y contemplando apasionados y recostados desde el mirador del Palais Concert la puesta de sol que se divisaba en el horizonte, en el puerto del Callao. Que tales vagos!!!

“El Palais Concert es el Jirón de la Unión, el Jirón de la Unión es Lima, Lima es el Perú, el Perú es el Palais Concert, por lo tanto, Yo soy el Perú” decía el arrogante y siempre ostentoso, pero magistral y de estilo único el gran Conde de Lemos, Abraham Valdelomar No se puede decir que no vivió un gran Paris. Llamarse Conde, sin duda era más que hilarante y una muestra de su estilo satírico, ostentoso, pero de fina vena y estética pluma. Grande de grandes, con un final ciertamente francés, trágico y fatal.

“El Conde de Lemos” y Jose Carlos Mariátegui, que si estuvo en Paris, protagonizaron entre otros escritores una de las grandes anécdotas literarias a la vez que uno de los escandaletes más pintorescos en la ciudad de Lima.

Resulta que la bailarina Suiza Norka Rouskaya fue invitada a una serie de presentaciones en la ciudad de los reyes y reyezuelos, virreyes huachafos y cacasenos. Y estos jovencitos, estas “bellezas” de escritores no tuvieron mejor idea que invitar a la bailarina para una presentación privada, a las 11 de la noche, en el cementerio el Presbítero Maestro, quien con gracia extrema deleitó a los escritores con la danza, la Marcha Fúnebre. Qué geniales!!!. Los vecinos alertados por la música y el ruido llamaron presurosos a la policía y estos jovencitos escritores terminaron su mágica velada en el calabozo de la comisaría.

No se hicieron esperar al día siguiente los grandes titulares en los diarios: “Profanación en el Presbítero Maestro”, “Jóvenes escritores palomillas provocan escándalo en Cementerio” y por su puesto la Mojigata Lima se retorcía horrorizada señalando el “pecado” de los “infieles” y “herejes”, y desde luego los santones pedían la ex comunión de los “profanadores escritores”.

La Iglesia también preparaba sus sesiones especiales con agua bendita, para el exorcismo y para resarcir tamaño “Horror” y “Pecado”. Te amo Lima ja ja ja !!!

Qué duda cabe que esta aventura fue un gran Paris y bien que valió el precio de pasar la noche en el calabozo.

No he tenido aún la oportunidad de viajar a Paris y hacer alguna de las rutas de estos grandes colosos literarios, y de los lugares en que estuvieron también nuestros héroes como Ribeyro, Vargas Llosa, Bryce, BlancaVarela, (coloco el nombre por dama) Mariátegui, Eielson ente otros. De todas formas Paris más que un lugar, es para mí una gesta, un estilo, una gran toma de la Bastilla!

Con estos grandes, mi viaje, mi boleto y mi maleta ya están hechas. Sería excelente un viaje a Paris, jamás lo descartaría, aunque de todas formas ya está en el corazón como un fuego que da vida a los personajes y hechos siempre rodeados con el áura indispensable de la Pasión.

Escribir con hambre, con la incertidumbre del fracaso, con compromiso, con el sueño de cambiar el mundo, fueron los gestos de estos viajeros errantes, amantes de las palabras, y de la narración.

Cada uno en su particular estilo, pero que ahora han abierto nuevas puertas, nuevos caminos para escritores de nuevas generaciones. Puertas y caminos que no sólo siguen los que ya iniciaron, si no que ahora se hacen nuevos descubrimientos, nuevas rutas, como la de la actitud, y el gesto del caballero de las letras.

Algún día, estoy seguro tal vez en Paris me reúna en algún viejo café con estos grandes como Vargas Llosa, Ribeyro, Bryce, Valdelomar, Mariátegui, Blanca Varela.

Allí los veré tal vez algún día, en otro tiempo gozando de la tertulia. Vargas Llosa encandilando en exuberante locuacidad, apasionada, contagiante, estimulante. Ribeyro seguro sólo observará enfermo como en su palabra del mudo para extraer su lado más miserable y oscuro, pero brillante. Bryce llorará seguramente algo ebrio intentando ser feliz en eterna narración y nos dejará algunas líneas inacabables de humor y ternura fabulosa, exquisita, cuyo único objetivo es la narración.

Blanca no hará si no reforzar nuestro amor por las letras, dejándonos con la mirada absorta y la boca abierta. Y el gran Conde de Lemos, nos enseñará lo que es ser un escritor, sea un mendigo o un rey, un escritor es un viajero dado para retratar el alma de las personas. El Maestro Valdelomar nos enseñará que Paris se vive en el alma, y que la aristocracia no es sólo una pose absurda, si no un estilo, una forma también de burlarse de esa misma aristocracia ridícula y sin gracia.

Eielson nos hablará de una poesía del vacío, muy zen, minimalista en sus rasgos, pero que expresan la contundencia de la vivencia y de la paradoja.

Estoy seguro, algún día me reuniré con ellos y me contarán de sus viajes, de sus periplos como lo hizo Heminway en “El Lobo y El Mar” y nos desvelaremos entre las luces o las sombras de la vida, en algún café de Paris.


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