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Julio Ramón Ribeyro

Con el gran Ribeyro he disfrutado al máximo de sus cuentos, y sobre todo me he sorprendido mucho con esos finales y los personajes de “La Palabra del Mudo”.

Finales que no estaban en mis expectativas más remotas y aun tratando de adivinar entre varias posibilidades, Ribeyro siempre me sorprendía con esos finales inimaginables. Y ni qué decir de los personajes. Muchas veces oscuros, personajes de la vida cotidiana, de esos que están al paso, con esos que nos codeamos en el micro, en las calles, en el mercado, de esos que mejor obviamos y esquivamos.

Personajes con los que tal vez no nos gustaría frecuentar. Pero Julio Ramón nos narra en sus cuentos, el tipo de actos que estos personajes también son capaces de hacer cuando aman, cuando codician, cuando calculan algún acto deshonesto, algún pertrecho, algo desleal y otro tipo de actos de los que cualquiera podría sucumbir. Y son esos actos los que ante un bien deseado por muchos, es donde surgen y se ponen en juego las querellas, las murmuraciones, las maquinaciones, el cálculo, las traiciones, las venganzas personales, entre otros. Tal como también ocurre en la política.

Igualmente las disputa por el poder, se dan también por un puesto de trabajo, por un amor, por un hijo, en la casa, en la familia. Los solitarios, los raros, los excéntricos, todos tienen una historia que generalmente no interesa a nadie, salvo para Ribeyro que la supo hacer fascinante hasta el delirio. Muchas veces terminé un cuento de Ribeyro ó en el transcurso de ella diciendo “Dios mío será posible esto?”

Con Ribeyro tenemos la oportunidad de conocer aquellas psiquis de los seres humanos comunes a todos, pero narradas en las muy variadas situaciones y contextos. Narradas desde esa percepción particular de un escritor como Ribeyro con una historia también muy particular, sumamente literaria. Una hoja de vida en la que la literatura es su forma de caminar por el mundo. Sus paseos por Paris, sus escritos, sus trabajos en la Unesco, su familia, sus temores, todo esto tenía que ver con la literatura. Y es lo que además de su pasión por los libros y por escribir es lo que forman a un escritor comprometido con la escritura como una forma de vivir.

“La Tentación del Fracaso”, diario de Ribeyro recopilado en varios años, fue para mí un gran golpe al descubrir las miserias del escritor, su enfermedad, sus dudas por ejemplo, con respecto a regresar a Lima por su familia, ó quedarse en Paris a seguir escribiendo, fumando, y matándose de a pocos, pero dejando una huella imborrable en la literatura mundial.

En “La Tentación del Fracaso”, el título nos revela ya algo de ese juego de Ribeyro, tal vez el de caminar al filo de la navaja, pero siempre como escritor. Aunque el cigarrillo lo mate. Y este hecho es lo que me admira ó sorprende, de una persona, ese compromiso que lo puede llevar a encontrar por su pasión, a la propia muerte.

En este contexto no tiene sentido hablar de que el cigarrillo hace daño ó no. Desde luego que para su familia y lo entiendo, el contexto era tal vez la irresponsabilidad de no dejar de fumar, pero en su contexto literario, se trataba de un compromiso hasta las últimas consecuencias y por eso en uno de mis poemas, en “Retazos de vida”, que está en este blog, escribo sobre “Ribeyro Ronin”, una especie de samurái en la que su honor de escritor no está en juego pase lo que pase.

En mi artículo sobre Mario Vargas Llosa comenté que este gran escritor pasaba para mí a esa legión de escritores míticos y de un binomio particular de escritor maestro. Tengo ese mismo sentir con Ribeyro y forma también esa legión mítica de escritores maestros.

Tal vez Mario Vargas Llosa haya ganado grandes premios, el nobel, distinciones en todos lados, además que su capacidad oratoria que siempre hechiza, encandila, sin embargo Ribeyro tal vez desde esa mudez, desde esa parquedad dijo mucho, pues en el silencio de Ribeyro, desde ese mundo de sombras Ribeyro escarbó , meditó e hizo narraciones extraordinarias.

No compararía a estos dos grandes de las letras, no tendría sentido emitir juicios de valor. Tal vez lo único que diría para darle un sentido

literario, es que uno fue hijo de la luz y el otro de las tinieblas. Esto por su puesto sin ningún parecido a las fórmulas judeo cristianas. Tal vez Mario y Julio Ramón representan algo así para mí, pero ambos desde luego, grandes escritores, con obras para la posteridad.


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