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Mario Vargas Llosa


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Leer los libros, la literatura de Mario Vargas Llosa ha significado para mí, la oportunidad de disfrutar, de gozar con éxtasis, con los diferentes personajes creados, con las historias, además de sus ensayos y ponencias testimoniales como “El lenguaje de la Pasión”, “Contra viento y Marea”, “La Verdad de las Mentiras”, “Cartas a un Novelista” entre otras, en las que ha derrochado simpatía, verso, locuacidad y saber.

Y es que en Mario Vargas Llosa, si hay algo que transmite porque lo vive, es su pasión por la literatura.

“La literatura es fuego”, señala en uno de sus artículos en su libro “Contra Viento y Marea”, y “el Lenguaje de la Pasión” y es que Mario, es un escritor entregado a la Literatura, por los viajes que hizo, por su forma de trabajo, por su vida en general. Y porque también es un Nobel, es un escritor que caminó en la meca de escritores de aquellas épocas Paris, para muchos aún lo sigue siendo, es un escritor que escogió La Universidad San Marcos como su alma Mater, la primera Universidad de América, y cuna de prolíficos literatos e intelectuales, como Jorge Basadre, Luis Alberto Sánchez, Raúl Porras Barnechea, entre otros, es un condecorado permanente, un armado caballero de las letras en España, en Francia, con ponencias por el mundo, es un escritor que hizo del buen decir, del castellano castizo, de la tertulia selecta, una profesión, que más?!

Muchos lo critican por sus variadas y polémicas afirmaciones, en especial las políticas, que no me interesa ni refutar ni defender. Otros lo critican como un escritor neo liberal, capitalista, y aburguesado. Sobre lo cual si quiero decir por lo menos, que no me parecen críticas justas, más bien ligeras como acostumbra hacer el limeño. Sobre lo que sí me interesa escribir y conversar, es sobre la literatura de Mario.

El trabajo de información para recrear sus ambientes, sus tramas y sus personajes hablan por si solos de un trabajo riguroso, metódico, disciplinado, entregado, pulido.

Mario es un Maestro, y por todo lo que ha vivido, muy al margen de los premios, que simbolizan ese gran “éxito”, que para una sociedad que construye valores con frecuencia según los intereses del mercado de la oferta y la demanda, tienen un lugar para mí, el menos importante. Pienso que Mario trasciende y está por encima de esos barbarismos del mercado y ya forma parte para mi, el creador de “La Ciudad y Los Perros”, de esa Legión Mítica, de ese binomio y alterego de tantos, “Escritor Maestro”.

Desde que Mario hace uso de la palabra en alguna entrevista, ponencia, seminario, sienta una de esas Cátedras Magistrales del verso, la oratoria, la cultura, que ya para una sociedad como la nuestra, en la que los programas de tv y las lecturas basura predominan, Mario se erige y forma parte de una galería ya rara, selecta, inapreciable, desafortunadamente anticuada, y pasa a ser una de aquellas especies lamentablemente en extinción. Dando paso a lo grotesco, vulgar, ruidoso y ordinario.

Desde su obra teatral “Kathie y el Hipopótamo” hasta el “Sueño del Celta”, no he leído aún el “Héroe Discreto” me he quedado con esa sensación de querer abrazar, y conocer con pasión a aquellos personajes entrañables de sus tantas novelas.

Aquellos personajes de “Kathie y el Hipopotamo”, que luego de sus miserables vidas, inventaban en la azotea de un Paris de pacotilla, personajes tan llenos de vida, aventuras, y sentido, fueron uno de esos grandes ganchos, impulsos en mi vida aún adolescente, que hicieron que empezara a amar con más énfasis, el mundo de los relatos, los cuentos, las novelas, la lírica, la fantasía y con ello, proporcionarme una fuente inagotable de posibilidades frente a una vida que aún veo llena miserias, mezquindades, egoísmos, codicias, chismografía, violencia. La literatura, lograba y logra transformar todo ello en algo enriquecedor y le da un sentido épico, poético, un sentido de trascendencia.

Con las novelas de Mario he sentido esa sensación de no querer que se acabe jamás el libro que estoy leyendo.

Su mítica y entrañable relación con la Madame Bovary de Flaubert, su apuesta permanente por la literatura desde joven, su capacidad de transformar esa marca de autoritarismo que dejó su padre, de huella y profunda cicatriz , para luego transmutarla en prosa, en literatura espléndida, es lo que han hecho de Mario para mí, un Escritor Maestro. Y con el cual, por esos detalles, también me identifico.

Desde “El Poeta”, en “La Ciudad de los Perros”, Flora Tristan y Paul Gauguin en “El Paraíso de la otra Esquina” hasta Roger Casement en “El Sueño del Celta”. Mario ha retratado nuestra ciudad, nuestro país, hablando a través de sus personajes y situaciones particulares, sobre los complejos, y los sentimientos más profundos en las diferentes clases sociales del Perú. Como no decirle a Mario gracias por regalarle al Perú un gran espejo para que pueda observar, sus peores miserias, así como sus más encumbradas grandezas, sin tapujos?.

Con Flaubert dijo Mario, “se acabaron las musas”, y por eso yo soy -agrega-, “un obrero de la literatura, alguien que se sienta a trabajar como empleado de oficina, y con frecuencia enfrenta esa primera y dura batalla de contemplar la hoja vacía por horas. Pero luego está ese tremendo placer de nosotros los escritores, el de escribir, el de corregir una y otra vez, hasta encontrar el camino de la prosa que encandila, que emociona, que apasiona”.

Finalmente Mario forma parte de esa galería selecta de escritores que se reunían para debatir, conversar por horas sobre el Perú, sobre la literatura, la historia, la cultura y mil temas más . Algunos todavía queremos seguir ese ejemplo, esa forma de vida, de viajeros errantes caminantes en busca de aventuras en Paris, no para ser un nobel, ó para ser condecorado caballero de las letras que está muy bonito todo eso, y que forman parte también de la aventura literaria, pero mucho más que ello, y como bien decía Mario, el gran premio para el escritor, lo que verdaderamente nos hace felices a nosotros los escritores, y es el símbolo, el acto más gozoso para el escritor, en la que ni la mayor de las condecoraciones ó galardones podría sustituir, es el acto sencillo de coger una pluma, una hoja y hacer carne aquel gesto de estirpe noble, el acto supremo de escribir. Cierra el telón.

No hay mayor felicidad para un escritor, no hay ni premio, ni juerga que pueda reemplazar ese gran gozo, ese gesto de escribir y con ello me identifico plenamente y hago de esa frase uno de los grandes estandartes de mi vida.

A velar las armas ¡, como decía el Quijote en castellano espléndido, esto es la pluma y la hoja.


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